Te ha tocado ser el profesor de guardia para el Aula 12. Vigila a una clase de un nivel que tu no impartes y de una asignatura que no conoces, compuesta por veinta animales que se comportan como tales porque no te han visto en la vida. Aguantar el tipo. Que putada. Y el profe ausente tomando unas cervecitas a tu salud –y nunca mejor dicho-.
Guardia de patio. Los profes pasean en parejas como en la Benemérita. Otro compañero vigila el portón blindado. Todos enseñan el carnet escolar para pasar al otro lado –checkpoint-. Alumnos que saltan la valla. Alumnos que fuman y se drogan en el lavabo. Alumnos que se apedrean. Suena el timbre. ¡Qué alivio! ¡Se acaba el paseíto! Miras a la izquierda. Compruebas que tu compañero que decía que iba a controlar aquella esquina, lleva veinte minutos en el bar, tomando unas cervecitas a tu salud –y nunca mejor dicho-.
Corriendo al Aula de Castigados. Nos encontramos ya a un alumno expulsado e inmediatamente llegan dos más. Anotando nombres y filiaciones de aula: no saben quién es su tutora. No saben la razón de su expulsión. No saben nada. No llevan útiles de trabajo. Cuatro expulsados adicionales. Somos ya 7 en este cuartucho sin ventilación. Risitas, ruidillos y eructos –en este orden-. Estos personajes están acabando con tu salud –y nunca mejor dicho-.
Guardia de Biblioteca. Abres el aula maldita. A ningún alumnos se le ocurriría venir de forma voluntaria. ¡Qué alivio! ¡Qué paz! A leer la prensa del régimen, que ya toca…Ostras Pedrín! Entran un alumno tras otro como hormiguitas. El profe de turno te pide permiso para que los alumnos hagan un trabajo sobre las libélulas bálticas. Tú asientes. Él te dice que tiene que ir a hacer unas fotocopias, que los vigiles. Tú te resientes y tu estómago se revuelve. Sabes que él se está encaminando hacia la cantina, para tomarse unas cervecitas a tu salud –y nunca mejor dicho-.
Guardia de patio. Los profes pasean en parejas como en la Benemérita. Otro compañero vigila el portón blindado. Todos enseñan el carnet escolar para pasar al otro lado –checkpoint-. Alumnos que saltan la valla. Alumnos que fuman y se drogan en el lavabo. Alumnos que se apedrean. Suena el timbre. ¡Qué alivio! ¡Se acaba el paseíto! Miras a la izquierda. Compruebas que tu compañero que decía que iba a controlar aquella esquina, lleva veinte minutos en el bar, tomando unas cervecitas a tu salud –y nunca mejor dicho-.
Corriendo al Aula de Castigados. Nos encontramos ya a un alumno expulsado e inmediatamente llegan dos más. Anotando nombres y filiaciones de aula: no saben quién es su tutora. No saben la razón de su expulsión. No saben nada. No llevan útiles de trabajo. Cuatro expulsados adicionales. Somos ya 7 en este cuartucho sin ventilación. Risitas, ruidillos y eructos –en este orden-. Estos personajes están acabando con tu salud –y nunca mejor dicho-.
Guardia de Biblioteca. Abres el aula maldita. A ningún alumnos se le ocurriría venir de forma voluntaria. ¡Qué alivio! ¡Qué paz! A leer la prensa del régimen, que ya toca…Ostras Pedrín! Entran un alumno tras otro como hormiguitas. El profe de turno te pide permiso para que los alumnos hagan un trabajo sobre las libélulas bálticas. Tú asientes. Él te dice que tiene que ir a hacer unas fotocopias, que los vigiles. Tú te resientes y tu estómago se revuelve. Sabes que él se está encaminando hacia la cantina, para tomarse unas cervecitas a tu salud –y nunca mejor dicho-.
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